Lamentablemente hace mucho que nos equivocamos consagrando a las votaciones
como el único sistema para fijar políticas. Eso ha provocado que las usemos
como comodín para cualquier cosa, como si fueran la panacea que todo lo
arregla:
- Usamos las votaciones para romper consensos o sabotear las políticas
que no nos gustan.
- Planteamos votaciones no para resolver problemas, sino para darle en
los morros al adversario y demostrarle quién tenía la razón.
- Votamos en contra de borrar un artículo, lista o plantilla sabiendo
de su inutilidad, irrelevancia o absoluta falta de «enciclopedicidad» (vaya
palabro) por que nos costó trabajo, y además sabemos que nuestro voto vale
triple.
Nos hemos emperrado neciamente en endurecer las condiciones para poder
votar, cuando el problema no era quién podía votar, sino el propio sistema
de votaciones.
Hacemos demasiado caso a los trols que vienen a cuestionar los consensos
fuertemente asentados y aceptados por la comunidad y perdemos el tiempo en
discusiones que deberíamos zanjar de raíz.
Volvamos al consenso como modo de fijar políticas y al sentido común para
resolver problemas puntuales, no hace falta que absolutamente todo esté
regulado. Que una política o procedimiento sólo se pueda cambiar, --o
formular si no existe-- tras un amplio apoyo de la comunidad, cosa que
podría concretarse, por ejemplo en un número de 'n' wikipedistas donde
'm'
fueran bibliotecarios.
El caso concreto que nos ocupa es preocupante y ojalá sea la gota que colme
el vaso:
Un problema puntual y menor en un procedimiento es resuelto con sentido
común por un experto wikipedista, sin embargo, en vez de aceptar serenamente
la solución, se organiza una «pelea de gallos» a ver quién tiene razón, y
para ello se pretende involucrar a toda la comunidad.
Como dice Dennis, hay que acabar con esto YA.
Cordiales saludos, colisteros.
Santiago Becerra